El acceso a la información por parte de los más jóvenes, sumado al cambio de mentalidad de sus padres, a los que les preocupa que sus hijos sean socialmente aceptados, ha llevado a un aumento en el número de consultas de adolescentes en busca de tratamientos quirúrgicos o no quirúrgicos de estética.
El adolescente se encuentra en una etapa en la que su cuerpo se está terminando de formar y su personalidad todavía se está perfilando. Se trata de una época conflictiva llena de miedos al cambio, inseguridades y crisis internas. Y es que los adolescentes se preocupan en gran medida por la imagen que proyectan ante los demás y la comparan con lo que ellos sienten que son, sobrevalorando especialmente la estética y la imagen corporal. Muchas veces, las consultas están relacionadas con procedimientos de cirugía reparadora, tales como la corrección del aumento del pecho en el adolescente o ginecomastia, la corrección de las orejas despegadas, también llamadas orejas en asa y las malformaciones congénitas de la mama o mamas tuberosas, asimetrías mamarias o mamas con exceso de volumen. Este tipo de intervenciones dirigida a adolescentes que sufren un verdadero problema estético están ampliamente aceptadas, ya que ayudan a restablecer la normalidad perdida o nunca tenida. Sin embargo, cuando las consultas de menores van encaminadas a algo puramente estético, como puede ser un aumento mamario, una rinoplastia o una liposucción, debemos proceder con cautela. Según la sociedad Americana de Cirugía Plástica, ante una demanda del menor de una intervención quirúrgica, los padres deben tratar de responder a tres preguntas concretas:
En definitiva, los padres deben crear un espacio abierto a la comunicación con su hijo y valorar si el adolescente tiene la capacidad de entender lo que una cirugía estética puede aportarle y a la vez tomar su decisión en función de expectativas realistas.
Dr. Jordán Barres
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